Validando con diferentes personas en la rama de Gestión de Proyectos, se percibe de alguna forma una inclinación hacia el trabajo utilizando Scrum o creando su propia metodología ágil para modificar la estrategia de la empresa de cara, principalmente, a la Transformación Digital. Y es que Scrum domina fuertemente el mercado con varias casas certificadoras, lo cual hace que sea más y mejor conocido por muchas personas y empresas.
Ahora bien, Scrum es a Agile como una hoja escrita en una libreta: no es la única, es solamente un marco de trabajo más que se dio a conocer mejor e hizo más fama en el mercado. Nació de dos compañeros que se unieron pensando en proponer un proceso de mejora para la Gestión de Proyectos, pero existieron diferentes opiniones entre ellos, lo cual causó que se separaran y cada cual generara (con pocas diferencias) su propia versión sobre el mismo proceso. Por este motivo, existen diferentes escuelas con otros enfoques para un mismo framework, donde al final aparecieron terceras personas que modificaron las versiones originales de acuerdo con sus propios ideales y aprovecharon la fama ya existente de Scrum para abrirse camino en el nicho.
Esta situación facilita que tanto organizaciones como colaboradores, en diferentes mercados de servicios y productos, sean fácilmente adaptados. Ahora bien, Scrum es reconocido como un método de gestión ágil y fácil de implementar, lo cual está estrechamente relacionado con lo comentado anteriormente.
Tener esta certificación es un apoyo para los reclutadores, cuando requieren buscar perfiles específicos. Sin embargo, Scrum no es uno solo, hay muchas religiones que lo profesan. Cada certificadora o instituto ha creado su propia versión sobre esta metodología. Algunas más flexibles, otras más robustas; pero con diferencias entre sí, lo que hace que algunas veces sea complicado percibir cuando se refieren a una u otra.
Scrum, así como cualquier otra metodología ágil, es un tema que está en boca de todos, algo que todos creen que quieren, o creen que necesitan. Pero... ¿realmente es así? Piénselo un momento, respire profundo y trate de definir qué significa el poder aplicar Scrum en su vida, en su trabajo, en su organización. Es realmente importante poder cuestionarse con claridad el por qué quiero implementar Scrum, de esto depende el uso y la importancia que se le dé.
Hace poco estuve en un Webinar donde un filósofo exponía sobre qué era agilidad y agilismo, cuál era la diferencia. Alrededor de los 45 minutos de la charla estuvo hablando de que nadie le había logrado definir la diferencia. Todas las personas que cuestionó le decían que eran cosas diferentes, pero al responder algunas preguntas para conocer cuál era la diferencia terminaban siendo lo mismo.
Hubo una parte interesante en el Webinar en la que él decía que la agilidad no era nada particular ni innovador, sino que era algo que siempre había existido desde tiempos antiguos; pero que ahora aparecía gente que le daba nombres y la daban a conocer como diferentes marcos de trabajo. Ponía de ejemplo que el Machu Picchu fue construido basándose en agilidad. Es muy posible que tenga la razón, seguramente no es la primera ni la última persona que piensa esto, pero al final, cada quién le da la connotación que desee.
La agilidad, es el boom de la era digital. En la era digital todo gira en torno a la innovación, a la creación de experiencias que cautiven al ser humano. La agilidad es un proceso empírico que, más allá de crear marcos de trabajo o metodologías innovadoras, busca el continuo aprendizaje de la persona en su contexto y a la vez poder expandir dicho contexto a otras áreas y generar mejores experiencias y mayor conocimiento.
En lo personal, la agilidad es un estilo de vida, es un conjunto de herramientas que me permiten identificar puntos de mejora en diferentes áreas tanto a nivel personal como profesional. La agilidad, es un conjunto de prácticas que implican la generación de un cambio de mentalidad y la creación de hábitos para poder seguir en el flujo constante y continuo que implica el cambio, la innovación, la evolución, en sí, cualquier tipo de transformación que se desee realizar. Es un sentir individual que se puede compartir con los demás, para hacer algo cada vez mejor y cada vez más apropiado para manejar los acontecimientos.
He escuchado y leído últimamente muchos comentarios donde personas dicen: “yo utilizo Scrum en mi vida diaria para todo, o utilizo Kanban para organizarme”. Y es interesante como este cambio de mentalidad permite una adopción general sobre el tema, al punto que los hábitos que tienen ahora o han creado a lo largo de su vida tienen otro nombre; ahora los hace ser ágiles. Y es que tiene todo el sentido, la agilidad ha existido desde siempre, pero no lo veíamos así hasta que aparecieron nombres que rondan nuestra mente. Desde pequeños hemos tenido iteraciones en las cuales aprendemos y mejoramos o adquirimos nuevas habilidades, pero era simplemente las etapas de la vida. Ahora aparecen términos que nos involucran con pensamientos más avanzados y ágiles.
Tal vez suene loco, pero tiene mucho sentido realmente. Hace poco escuché una charla donde una persona hablaba precisamente de esto, y claro, tiene mi apoyo en este caso. Cada día es una iteración (o sprint como se conoce en Scrum), cada objetivo propuesto es una iteración, cada etapa de la vida es una iteración.
Al iniciar el día realizo una lista con las tareas que deseo cumplir por orden de prioridad e importancia, incluso en ocasiones defino cuánto tiempo puedo durar realizando dichas actividades o cuánto tiempo le voy a asignar a la actividad durante el día. Aquí iniciamos el ciclo de Scrum con una planificación de la iteración.
Si la lista se hace por día o se define por semana, por ejemplo; todos los días nos preguntamos: ¿qué hice ayer? ¿qué voy a hacer hoy? Y por qué no; ¿qué me impide avanzar? Con esta pregunta se podrían descubrir muchas cosas, tal vez hay falta de motivación o compromiso, tal vez realmente no se está tan interesado en la tarea definida, o realmente tiene algún bloqueo que resolver antes de poder continuar. Esto equivale a la reunión diaria.
Revisamos todas las tareas realizadas para ver si están terminadas, si quedaron bien, si hay que mejorar algo o se quedan así porque cumplen su objetivo, tal cual se hace durante la revisión de la iteración. Luego se hace una retrospectiva pensando en qué mejorar para que las cosas fluyan y pensando en el aprendizaje adquirido durante la semana.
No es algo elaborado, es posible que ya lo hagamos en nuestra vida, pero no lo habíamos visto desde ese punto de vista; inclusive, es posible que se haya generado el hábito posteriormente. Igual puede sucedernos con las metas profesionales o del trabajo, donde fuera de un proyecto que trabaje con una metodología particular mis actividades tengan un enfoque o una organización ágil. Lo cual puede provocar mejor adaptabilidad a las circunstancias.
Si a nivel personal la agilidad puede potenciar el aprendizaje y beneficiar el impulso del cambio, qué se podría decir sobre la potencialización que tendría una empresa. Estamos en la era digital, debemos avanzar, no quedarnos estancados, fluir con la evolución y transformarnos.
Una empresa no funciona sin sus colaboradores y a su vez debe adaptarse, innovar y mejorar. Si se maneja de forma globalizada toda la estructura, la empresa puede adaptarse, aprender, y cultivar el cambio continuo hacia la mejora. Todos de la mano, buscando un mismo objetivo y permitiendo la generación y explotación de nuevas ideas que involucren a todas las personas de la organización y crezcan alineados a lado de cada cual.
Adquirir nuevas habilidades, nuevas herramientas. La tecnología está de nuestro lado, pero no depende única y exclusivamente de esta. Las personas deben estar sobre la tecnología, pero utilizándola de la mejor manera posible para beneficiarse y beneficiar el crecimiento de la empresa y potenciar áreas que permitan expansión y la generación de nuevas formas de trabajo y nuevos servicios, como lo implica y lo pide el pensar en una transformación digital.
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